domingo, 2 de junio de 2019

Poderoso y vital

Desde el viernes tengo un poco de fiebre, hoy domingo sigo manteniendo ese estado gripal
El viernes cuando me levanté, pensé que estaba exagerando, creía que haciendo reposo el viernes ya sería suficiente para recuperarme. Pero no fue así.

Por éso, pienso que tal vez, escribiendo pueda hacer catárisis para curar mi cuerpo.

Siento mi sensibilidad a flor de piel, es agotador. Siento un gran peso sobre mi espalda. Como si todo lo hiciera mal, o no lo suficientemen bien. Ser hija, ser pareja, ser maestra. La vida se aprende viviéndola, experimentándo, no nacemos sabiendo... todos clishes, que hoy percibo vacíos, cuando en realidad tienen un peso, son un sostén, ¿un alivio?

Necesito la soledad, para evitar todo lo que el afuera repercute en mi persona. Como la ciudad me golpea en el corazón y lo parte en pedazos. Cuando creo que estoy a salvo entre los brazos de mi amante, mi pareja, me equivoco y devuelta siento que tengo que contener las lágrimas. Porque dije una palabra demás que lo molestó y mi piel tráslucida se rompe. 
Aunque me ponga un piloto de plástico, no logro que las agresiones me resbalen. Tengo el corazón en la mano, y las dificultades aparecen. Querer vivir sin que nada me afecte aplicando el aislamiento, no es una forma sana de vivir. ¿La flor de invernadero es igual de bella que la flor salvaje? 
Me dijeron que esta frase me puede ser útil: percibo pero no me afecta. Me resulta una contradacción aunque es una estrategia para ser empática pero sin querer resolver todo a mi alrededor. 

El silencio de la naturaleza me atrae, la paz con la que las plantas atraviesan el otoño. Esa quietud, donde su energía vital se va hacia el centro de su tallo, la percibo mágica y poderosa. Observo la diferencia vital de las plantas de mi jardín en cada temporada. La lavanda invita siempre a la abeja, que escudriña cada flor.

Siento que las personas me dan alergia, que todo me afecta hondamente. Cuanto se parece alergia a alegría, solo un acento y una r las diferencia.

El cuerpo febril me obligó al descanso, el buceo interno. Los pensamientos enfermos de boicot, control asfixiante y el resposo obligado, el sueño reparador.

Mi ciudad es cada vez más gris, mis ojos se llenan de lágrima, los políticos poderoso y avaros no trabajan para las necesidades del pueblo.

¿Qué nos queda? Creer como decía Galeano, el escritor uruguayo: "mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo". Ojalá que así sea. 

Mi profesión docente confía en que dejo una semilla amorosa y esperanzadora en la vida de los niños que conozco, porque la tarea de por sí es ardua y a veces, cada tanto vislumbro momentos mágicos que me gratifican.
Mi vocación de artista se encandila con la belleza, se emociona hasta las lágrimas con una película o con una canción, se me desborda el corazón. A veces no sé qué hacer con tanta emocionalidad. ¿Habrá que hacer algo? o simplemente ser para que todo me atraviese y siga de largo.

Es tan alto el nivel de aprobación que necesito de mi entorno, que me siento un barco constantemente movido por los vientos y el oleaje externo. Necesito dejar el ancla en un puerto amable y cálido. Sentir el sostén de la tierra y la arena amable bajo mis pies. 

Mientras se acerca el invierno, hay que dejar ir patrones viejos y dañinos, evitar la fuga de energía y concentrarla en mi núcleo poderoso y vital.

La contradicción de que todo es cíclico y nada permanece, excepto el cambio constante. En mi crecimiento espiritual cambio continuamente, ¿entonces que permanece en mí? ¿mi alma, mi espíritu? ¿ese espacio infinito del tercer ojo?

Mientras tanto hay que flotar para seguir adelante. Buena suerte navegantes, estamos acompañados.
Bel Vaucelles





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