lunes, 6 de mayo de 2019

La mirada patriarcal

El agua y la tierra.
Juntas crean el lodo, terreno pantanoso.
Se mezclan generando una nueva identidad. 
Esencias propias que se pierden o mezclan.

A cada rato se me anda quebrando el corazón.
De esa grieta salen lágrimas a raudales.
No salen con una sonrisa en los labios por más que sean producto de la alegría.
Salen de mi cara acongojada y contraída, trantado de esconderlas sin lograrlo.

Porque cuando las lágrimas salen con fuerza no hay posibilidad de frenarlas. Querer contenerlas es un grave error, que nos traerá algún dolor físico reflejo instrínseco del dolor emocional.

Siento mi pecho, siento el peso de mi corazón abierto a la vida.
Mi emocionalidad está a flor de piel. A veces se me hace díficil viviendo en una ciudad tan hóstil como Buenos Aires.

La mirada masculina.

Trato de ser criptica cuando escribo. Hoy no puedo.

Hoy fui al aeropuerto internacional a buscar a mi hermano. Quien ha estado fuera del país por un año y dos meses. No respondió mis mensajes de watsap y a veces, respondió mis mensajes de facebook. Le pedí su dirección para enviarle una postal y no me la dió porque estaba por mudarse. Llama a mis padres por watsap cada dos o tres semanas. No usa la video llamda, sólo escucho su voz a la distancia.

En el aeropuerto cuando lo vi, me quebré. Él me dijo: pará un poco. Porque estaba llorando muy acongojada, no me abrazó. Lo suyo fue darme una especie de saludo en donde nuestras mejillas se chocaron por un segundo. Para mí, fue muy doloroso. Tenía el corazón en la mano y la cara llena de lágrimas con la mirada masculina reprochando semejante gento.

Nos llevamos 15 meses. Durante nuestra infancia jugabamos a todo juntos. Cuando mi hermano llegó a la pubertad, se alejó y esa distancia no se acortó con los años. 

Responsabilidad de la cultura patrical, de su signo solar, de la masculinidad... sí, de todo eso.

Y acá estoy yo, sentada, volcando palabras en esta página en blanco. Buscando estrategias para darle espacio al poder de mi corazón. De adolescente creé una armadura que con los años tuve que romper porque me estaba ahogando. Hoy intento dejar que mi corazón se exprese y encontrar las formas para que sea más fácil. 
El poder del corazón es muy grande, necesita una gran escucha, bondad y compasión.

Buena suerte amigues! Me encomiendo a la Santa Madre y a la Pacha Mama que siempre está ahí para abrazarnos!






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