Anoche hubo tormeta, llovió mucho durante varias horas. Me envolvió un sueño liviano, me acurrucaba en la cama, cambiaba de lado, hasta que llegó el amanecer.
Cuando caminé las cuadras hasta la parada del colectivo (con el pecho cerrado y la mente inquieta por el poco descanso) vi los árboles de la avenida con sus troncos húmedos, impasibles, ámparados por la calma que sobreviene a la tormenta y quise ser uno de ellos... Unida a la tierra, purificada con cada lluvia, aceptando todos los climas, siguiendo el ritmo de las estaciones con el color de mis hojas.
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