miércoles, 29 de julio de 2015

El rock y las mujeres



El rock no fue siempre cosa de hombres. Al menos no en los que respecta a su público. Más bien al contrario, el fenómeno de masas que inauguró Elvis Presley supuso, desde sus inicios, una llamada al considerado sexo débil más que al público casi exclusivamente masculino que, hasta entonces, llenaba los locales. Algunos años antes de que el trillado “sexo, drogas y rock n’ roll” se arremolinase en las cabezas adolescentes, los primeros éxitos de Elvis eran jaleados en los escenarios por mujeres que, noche tras noche, aumentaban en número y en euforia. El rock and roll fuertemente sexual de Elvis, recuerda Christopher R. Martin (1995), vigoraba el sentimiento de libertad que las quinceañeras norteamericanas de posguerra apenas comenzaban a experimentar.


Los conciertos del Rey del Rock desarrollaban una relación artista-público en la que las mujeres eran sujetos activos, chicas que salían cada noche del nicho doméstico para asistir a estos rituales de desinhibición. Quinceañeras histéricas, novios peleles llevados arrastras hasta la puerta de la sala de conciertos, tirones a la ropa del cantante, clubs de fans, liberación sexual. Los primeros rebeldes del rock, con Elvis a la cabeza, no eran tanto los artistas que pervertían como la herramienta de la que las adolescentes se servían para convertirse en “chicas malas”, o en simples mujeres dueñas de sus vidas. Quizá hoy diríamos que los conciertos de Elvis fueron vehículos de empoderamiento femenino.


(...)Los números hablan por sí solos. Si el pop está repleto de Madonnas y Lady Gagas, la industria del rock o del heavy metal ha invisibilizado el potencial creativo de las mujeres y, en general, de toda aquella persona sin un buen encaje en los esquemas heteronormativos. En un mar de bandas que van desde Oasis hasta Manowar, la presencia de grupos musicales formados (aunque sólo sea parcialmente) por mujeres es puramente anecdótica. Más aun, en los pocos casos en los que encontramos mujeres tocando un instrumento o cantando, éstas son lanzadas no desde su valor como músicas, sino desde su cosificación y su contribución al imaginario sexista.

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