El rock
no fue siempre cosa de hombres. Al menos no en los que respecta a su público.
Más bien al contrario, el fenómeno de masas que inauguró Elvis Presley supuso,
desde sus inicios, una llamada al considerado sexo débil más que al público
casi exclusivamente masculino que, hasta entonces, llenaba los
locales. Algunos años antes de que el trillado “sexo, drogas y rock n’
roll” se arremolinase en las cabezas adolescentes, los primeros éxitos de
Elvis eran jaleados en los escenarios por mujeres que, noche tras noche,
aumentaban en número y en euforia. El rock and roll fuertemente sexual
de Elvis, recuerda Christopher R. Martin (1995), vigoraba el sentimiento
de libertad que las quinceañeras norteamericanas de posguerra apenas comenzaban
a experimentar.
Los
conciertos del Rey del Rock desarrollaban una relación artista-público en la
que las mujeres eran sujetos activos, chicas que salían cada noche del nicho
doméstico para asistir a estos rituales de desinhibición.
Quinceañeras histéricas, novios peleles llevados arrastras hasta la
puerta de la sala de conciertos, tirones a la ropa del
cantante, clubs de fans, liberación sexual. Los primeros rebeldes del
rock, con Elvis a la cabeza, no eran tanto los artistas que pervertían como la
herramienta de la que las adolescentes se servían para convertirse en “chicas
malas”, o en simples mujeres dueñas de sus vidas. Quizá hoy diríamos que los
conciertos de Elvis fueron vehículos de empoderamiento femenino.
(...)Los
números hablan por sí solos. Si el pop está repleto de Madonnas y Lady Gagas,
la industria del rock o del heavy metal ha invisibilizado el potencial
creativo de las mujeres y, en general, de toda aquella persona sin un buen
encaje en los esquemas heteronormativos. En un mar de bandas que van desde
Oasis hasta Manowar, la presencia de grupos musicales formados (aunque sólo sea
parcialmente) por mujeres es puramente anecdótica. Más aun, en los pocos
casos en los que encontramos mujeres tocando un instrumento o cantando,
éstas son lanzadas no desde su valor como músicas, sino desde su
cosificación y su contribución al imaginario sexista.
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