Me da la sensación de que mi mente piensa aún más en otoño, ¿puede ser? La energía deja de ser expansiva y hacia fuera, como sucede durante el verano. Empieza a necesitar cobijarse, volverse hacia dentro; y en ese volverse: ¡zaz! El pensamiento se ovilla, se enrieda, se teje y desteje.
A veces hace tanto calor que ni siquiera se puede pensar, porque la temperatura lo invade todo y el cuerpo está relajado, deshaciéndose en gotas. El calor adormece; el frío despierta.
Por la mañana, me enriendo en saber qué ponerme, qué convina con qué. Y si estaré lo suficientemen abrigada.
En fin, la temperatura debajo de los 26° me poné así. Igualmente: ¡Bienvenido Otoño!
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